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El engaño de lo casero


Saludable no es sinónimo ni es igual a casero.


Sin embargo, en los etiquetados de los productos en los supermercados, en frases de marcas publicitarias o incluso en la carta de un restaurante, cuando leemos “Casero” en el acto lo asociamos a sano. Es decir, como está “hecho en casa” lo convertimos en “saludable”.


Y en realidad, el haberlo hecho en casa, sólo nos dice que conocemos los ingredientes que se han utilizado en la receta y como es algo cocinado en el momento no tiene conservantes o agentes químicos como los productos que ya vienen elaborados y que por seguridad alimentaria tienen unas fechas de caducidad regladas.


Una magdalena casera con la receta tradicional lleva azúcar, harina, mantequilla/aceite, leche, etc ingredientes que no necesariamente son interesantes para nuestra salud, aunque su consumo sea esporádico.


Si nosotros queremos comer más saludable, tenemos que partir de nuestro objetivo de salud y luego determinar cuáles son los ingredientes más interesantes a utilizar en nuestras recetas favoritas, distinguiendo un producto de la comida real.


Y en este punto de “comida real” hago un inciso, ya que hablamos de forma genérica y muchas veces no tenemos ni idea a qué nos referimos.


Comida real significa comer aquellos ingredientes que tengan la menor elaboración posible excepto la cocción. Es decir: verduras, frutas, huevos, carnes, frutos secos, grasas buenas, etc.


Es verdad que “un plátano” por ejemplo, podemos utilizarlo para hacer un helado, preparar un mousse, endulzar preparaciones, como ingrediente en un bizcocho, como topping en tortitas, como pincho de frutas, bañarlo en chocolate, etc.


¿A qué voy con esto? Que un plátano podemos comerlo de diferentes maneras.

Cuanto menos lo procesemos mejor. Al pelarlo y comerlo, lo asimilamos en la masticación, nos aprovechamos de su fibra, nos proporciona más saciedad, etc. pero está bueno tener opciones en las que podamos consumir ese mismo plátano con un procesado mínimo que recree nuestro paladar.


Aún así, me ha pasado más de una vez llegar a la casa de alguien con un bizcocho y cuando les cuento qué tiene, como los ingredientes les suenan a sanos (remolacha, dátiles, etc) piensan que se pueden comer todo y más… total es sano “dicen”. Y no estaríamos entendiendo el concepto de que es algo puntual.


Nuestra alimentación no puede basarse en “bizcochos, panes, y demás PRODUCTOS caseros”.

Siguen siendo opciones procesadas, que desplazan a otros grupos de nutrientes necesarios para nuestra salud y que deberían constituir el 80% de nuestra dieta diaria.


La carta del producto casero es válida si una vez a la semana queremos darnos un gusto, tenemos una fiesta o simplemente nos apetece. Esta carta la jugamos como alternativa más sana/saludable a las del super, pero no puede ser la regla.


Al tener claridad, nos contamos verdad y no nos autoengañamos.


¿Cuál es mi propuesta?


Enseñarte cómo reemplazar algunos ingredientes por otros más nutritivos, para que ese consumo ocasional de un bizcocho o un postre sea nutricionalmente interesante.


Te pongo algunos ejemplos con enlaces a recetas de mi página por si necesitas inspiración.


  • Reemplazar parte de las harinas por frutas o verduras: con esto sustituiremos carbohidratos refinados por otros con valores nutricionales más densos y que nos aporten mayor saciedad.

  • Harinas blancas por harinas integrales sin gluten, que no hagan estragos en nuestro intestino.

  • Azúcares y endulzantes de todos los nombres y colores por pasas, dátiles, orejones, y en última instancia stevia infusionada de la planta o por un poco de miel.

  • Aceites refinados y vegetales por aceite de coco u oliva extra virgen.

  • Cremas o natas por purés de frutas, mermeladas caseras de frutas.

  • Especias para endulzar y dar sabor.

RECETAS PARA QUE TE INSPIRES


Empecemos a mirar lo que comemos y diferenciemos etiquetas.


Porque el marketing juega con lo emocional, con nuestras ganas, con nuestras intenciones de compra, y nos lo ponen fácil para que nuestro cerebro emocional claudique.


Con una frase nos comemos el viaje a la casa de la abuela, a la cocina de mamá y sin mirar la etiqueta, ese producto pasa a formar parte de nuestra despensa. O como dice casero nos comemos muchas más raciones de las que nos comeríamos, porque como es “casero” nos lo podemos permitir.


Aprendamos que un postre, un bizcocho, un tarta es la excepción y no la regla si queremos llevar una alimentación más alineada con nuestra salud y acorde a con cómo nosotros queremos vivir.



Nos leemos y saboreamos pronto.


Laura PD: Si te ha gustado esta propuesta y piensas que puede serle de utilidad a gente que conoces, te animo a que la compartas para que puedan suscribirse a mi lista de correo y no perderse ni una semana todo lo que compartimos.

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