Hoy la cosa va de despedidas
Esta semana quería hablarte del próximo taller, contarte los detalles que estaba preparando, pero sucedió algo en mi familia que me hizo hacer un STOP!
Falleció mi abuela, la mamá de mi papá, y se me sacudió un poco la estantería.
Viví muchos años a su lado de forma intermitente y es de ella de quien aprendí gran parte de lo que sé sobre la cocina.
Así que la info del taller te la mandaré a fin de esta semana.
Necesito permitirme este momento de despedirla, de dedicarle unas palabras y de compartirlas con vos, que formas parte de mi vida, pero sobre todo formás parte de mi pasión por la cocina, aprendés con mis recetas y me has acompañado en este caminar.
Siento que este minuto es para honrar su vuelo y todo lo que me regaló. Porque sin su regalo yo no tendría qué ofrecerte.
Cuando mi mamá me comunicó la noticia escribí estas palabras de despedida y te las comparto con el corazón vulnerable y abierto porque formás parte de mi y me abriga el alma saber que estás cerca.
Es la primera vez que muere alguien de mi entorno y yo estoy lejos. Y tengo la sensación de no poder despedirme. De la frialdad que supone un mensaje de whatsapp diciendo que su corazón ha fallado.
Aunque tengo la suerte de tener un recuerdo de ella que nada lo puede hacer desaparecer.
Su olor que vive en mí cuando cocino.
El sabor de sus comidas que se han quedado para siempre atrapados en mis sentidos y que puedo reproducir con los ojos cerrados.
Observo la muerte, el hecho en sí de la muerte y me resulta frío.
Sigues teniendo que atender tu vida de mañana, de esta semana y sin embargo alguien a quien quieres ha dejado este mundo y eso significa algo. ¿Cómo es que el mundo sigue a pesar de eso?
Una parte de mí se va con ella.
Lo que palpita cada vez que un olor me la recuerda.
Quizás ya no estaba.
Quizás la demencia, la vejez, la lucidez se la habían llevado hace rato.
Pero su cuerpo estaba allí haciéndome creer que estaría para siempre.
Que parte de mi historia estaba ahí, en ella.
Y al irse algo dentro mío se va con ella.
Mi abuela ya no estaba.
Desde hace años se había convertido en otra persona, y hace 3 años cuando la vi por última vez hubo sólo un instante en el que me miró como siempre lo había hecho.
Con esa mirada de complicidad de quienes habíamos pasado horas y horas en la cocina tomando mates, hablando de la vida, de las historias de nuestras familias mientras amasábamos pasta fresca o hacíamos el relleno de las empanadas.
Me quedo con esa mirada que condensó los 33 años que nos unió.
Y aún así no puedo negarte que la tristeza me embarga.
Lloro su ausencia y la parte de mi linaje que siento se ha ido con ella.
En mis manos honro las tuyas.
En mis recetas tus inventos.
En mis movimientos al cocinar tu vuelo.
¡Hasta siempre Abuela Lala!
Marcate una cena, invitá a todos y perfumá de albahaca tu paso.
Te agradezco tu lectura, que estés del otro lado y que me dejes seguir explorando y revolucionando tu cocina con la herencia que me habita.
¡Gracias de corazón!
Nos leemos y saboreamos pronto.
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