¿Es más fácil partirte que doblarte?

Para el mes pasado tenía apuntado en mi agenda proponerte que hablásemos sobre el valor de la flexibilidad. Y aunque estuve todo el mes con esa palabra rondando mi mente me fue imposible sentarme a escribir al respecto. Este valor estaba tocándome tan dentro la fibra que me tenía inmutada y con las ideas convulsas. Hoy que ya lo he pasado por el cuerpo, te invito a que nos sumerjamos en la FLEXIBILIDAD y que reflexionemos sobre nuestra capacidad de adaptación a los cambios y la resistencia que nuestros hábitos ofrecen por miedo a lo desconocido. ¡RESPIRA PROFUNDO! Seguro que cuando te dicen “flexibilidad” en el acto tu cabeza lo asocia al deporte y te sale decir: “si es que yo soy más duro que una piedra”, “si es que a mí es más fácil partirme que doblarme”. Es verdad que cuando practicamos algún deporte la flexibilidad es un aspecto más a trabajar para evitar lesiones, sufrir dolores musculares y posibilitar mayores rangos de movimiento. La flexibilidad es la capacidad del músculo para realizar el mayor recorrido articular posible sin dañarse.Cuánto podamos estirarnos variará según el rango máximo de movimiento de todos los músculos que componen esa articulación. La flexibilidad no genera movimiento, lo posibilita. En medicina del deporte, se dice que la flexibilidad se gana y se pierde en días. Esto quiere decir que si dejas de trabajar la flexibilidad, en pocos días habrás perdido el nivel que tenías pero también, que cada día que entrenes esta cualidad, lo notarás; los beneficios son bastante inmediatos. Pero la flexibilidad no es sólo necesaria a nivel corporal, sino en nuestras células. Si tenemos células flexibles tenemos capacidad de cambio a nivel de pensamiento, nuestro sistema inmune puede resolver y tenemos una grancapacidad de cambio a nivel metabólico, es decir que si enfermamos podemos curarnos en corto tiempo. Los grandes científicos están de acuerdo en que: sobreviven solamente aquellas especies cuya capacidad de adaptarse es sobresaliente en el medio en donde viven. Osea que la flexibilidad no es otra cosa que la capacidad de adaptarnos rápidamente a las circunstancias, los tiempos y las personas, modificando nuestras actitudes y puntos de vista, para lograr una mejor convivencia y entendimiento. Ahora bien, hay veces que nuestra capacidad de adaptación se somete a pruebas duras como: cambiar de ciudad, de casa, de trabajo o nuestra vida da un giro tan grande que nos deja desorientados. Todos estos cambios nos llevan a tratar con personas diferentes, con sus costumbres y con factores muy distintos a los que estábamos acostumbrados. ¡Y aquí es cuando la cosa se desmadra! Aparecen las dos caras ocultas de la flexibilidad: la “Dureza o Miedo al Cambio” y la “Intransigencia o Hábitos Resistentes”. Son algo así como dos personas que nos poseen durante unos minutos, días o semanas y van por allí tomando decisiones, actuando y hablando en nuestro nombre. Imposibilitando o entorpeciendo nuestros movimientos volviéndonos inflexibles. La nueva circunstancia nos da miedo porque nos pide que cambiemos parte de lo que hemos construido a base de hábitos recurrentes en el tiempo y no tenemos idea de cómo hacer el cambio y peor aún, si vamos a ser capaces. Total que durante un tiempo nos plantamos ahí más duros que una piedra con nuestra bandera: “de acá no me mueve nadie”. Sentimos muy adentro que el cambio es necesario pero no damos el brazo a torcer. Podemos ofrecer resistencia y aguantar pero no podemos quedarnos en la trinchera de la mano del miedo y del no puedo. Necesitamos avanzar. En ese momento algo nos hace click, se nos empiezan a caer pedacitos de lo que somos y sentimos una tristeza enorme por perder parte de lo que hemos construido. Y aún con este escenario encontramos una salida: adaptarnos a la nueva circunstancia impregnándola de nuestra personalidad. Nuestras células se vuelven permeables, permitiendo que nos movamos poco a poco. Y cuando vemos que sí podemos, que sí somos capaces, vamos un paso más allá hasta alcanzar nuestro máximo punto de flexibilidad y adaptación. Ser flexibles actúa como un colchoncito que nos amortigua el sufrimiento y nos habilita a movernos para conseguir lo que queremos. Te invito a que dejes de decirte que es mejor partirte que doblarte. Que salgamos juntos de la trinchera y confiemos en que después del desarme aparece un camino. LA FLEXIBILIDAD Y LA ALIMENTACIÓN Las GRASAS NATURALES como “macronutriente” son necesarias para tener FLEXIBILIDAD en nuestras células. Las necesitamos para amortiguar por eso las tenemos en las vísceras, como protector de nuestra temperatura, para poder hacer ejercicio físico y para poder resolver las inflamaciones ya que contienen vitamina D y A. ¿A qué ahora no ves las grasas con los mismos ojos? Y no! Esa bolsa de patatas fritas del super precisamente no es ejemplo de grasas saludables. Para incorporar a la dieta grasas saludables elige: aguacates, aceite de coco, aceite de oliva en frío, frutos secos naturales, huevos ecológicos, cacao puro y pescado azul.
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